miércoles, 4 de febrero de 2015

Bilbao acoge el preestreno de ‘El Destino de Júpiter’





Alhóndiga Bilbao acoge este miércoles, a partir de las 19.30, el preestreno a nivel nacional de El Destino de Júpiter de los hermanos Wachowski, la última película de los creadores de Matrix. La directora de Bilbao Ekintza, Nora Sarasola, ha explicado que el estreno de la cinta tendrá lugar el día 6, pero que la Warner Bros "quería premiar de alguna forma a la ciudad" por el hecho de que se hayan involucrado tanto las instituciones como las empresas que han participado en el rodaje y a la propia ciudadanía, informa Europa Press.
Se trata, según ha dicho, de un "preestreno local para la ciudad", en el que no se espera ni a los actores, ni a los Wachowski" y que los directores han estado "muy contentos con la ciudad" y que "ha quedado una buena relación", a partir de la cual se ha solicitado la emisión de un preestreno como "premio para la ciudad y para poner otra vez a Bilbao como un escenario de rodaje de películas" para que en el futuro puedan elegir la ciudad como escenario".
Según ha indicado, "esto será muy positivo para la ciudad" porque la pone en el mapa internacional, pero también para las empresas del sector audiovisual, que necesitan que haya rodajes en la ciudad para poder colaborar en esos rodajes y realmente crecer como sector".
El Ayuntamiento ha informado de que el Bilbao futurista que han imaginado los hermanos Wachowski para su película El Destino de Júpiter presenta frente al Museo Guggenheim Bilbao un edificio similar, mientras que el puente de La Salve luce dos grandes arcos y el agua de la Ría brilla con una inquietante tonalidad verde.
La esperada cinta de los creadores de la trilogía de Matrix se presentará en un acto muy especial que contará con la presencia del alcalde de Bilbao, Ibon Areso, la viceconsejera de Comercio y Turismo del Gobierno vasco, Itziar Epalza, y el diputado foral de Medio Ambiente, Josu Madariaga, así como muchas caras conocidas de la vida social y cultural vasca.



martes, 3 de febrero de 2015

Las normas de casa imperan en un local que late con vida propia





UN viejo proverbio italiano nos recuerda que, una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja. Con ello la cantarina voz de la calle napolitana hace hincapié en la idea de que, al cabo, todos pertenecemos al mismo juego de vivir. He ahí el espíritu que rige las normas de la casa de la vida (dicho sea así con permiso de John Irving, autor de la novela Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra que inspiró la película Las Normas de la casa de la sidra...) que han impuesto Jagoba Beitia y el cocinero Igor Agirre en Zapore Kaxa, un local de hostelería que juega a piedra, hierro y madera en su decoración y que late como un ser vivo en los bajos del número 3 de la calle Henao. No por nada, los dos navegantes que emprenden esta aventura hacen hincapié precisamente en eso, en la camaleónica capacidad del restaurante para transformarse según la temperatura de cada día, según las necesidades que traen consigo los clientes. Zapore Kaxa lo mismo puede ser un bristot que un restaurante de lujo; una larga barra de delicias que un palacio con seis estancias bien definidas en las que se pueden recrear diversas atmósferas, al gusto del consumidor como se decía antaño.
Es curioso. El local tiene un aire selfie, por decirlo al compás de los tiempos. Quiere decirse que se ha construido a imagen y semejanza de los amigos, con las forjas del viejo caserío de la familia de Igor; con el viejo suelo de su antecesor en el puesto, el antiguo María Maní, con los consejos de Faustino, Tino para la gente de casa, que lo mismo prepara gintonics quitapenas que desempolva sus conocimientos de metalurgia para contar cómo a de tratarse el hierro; con las garrafas de vino que les regaló un amigo, Fernando, para alumbrar una curiosas lámparas; con la asesoría artística de otro amigo, Fernando de Vicente, quien colgará de sus muros vanguardistas exposiciones que irán rotando o con los tablones de madera noble que empanelan el local. Todo es sencillo, todo funciona con la premisa del made in home, el Hecho en casa de toda la vida.
El local, insisto, irá cambiando. Lo que vea y pruebe mañana será distinto pasado. Ese es el desafío: no encasillarse en los versátiles 200 metros cuadrados que solo obedecen a dos leyes: calidez y calidad, Desde la cocina a la barra, pasando por los parroquianos, no se aceptan cajas negras en el este espacio, abierto de par en par al siglo XXI. Si alguien tiene afición por la literatura del local, habrá que decir que en él tienen tres menús: el Hiri, de 28 euros; el Asteko, de 17,50 euros y el Ur Gatza, de 41 euros. Eso impera a día de hoy: mañana, Dios dirá. El espíritu inicial es ofrecer una gastronomía fácil de comer, ágil y ligera, que pueda cambiarse en un santiamén y lucir con todas sus lentejuelas en un pispás, como si cada plato, cada tapa o cada ración, fuese una estrella de un viejo cabaret de Broadway, capaz de interpretar a veinte personajes distintos en una misma función.
El escritor francés, hijo de la Revolución, Antoine Désaugiers, aseguraba que el cielo hizo el agua para Juan-que-llora e hizo el vino para Juan-que-ríe. Para disfrutar de este Juan-que-ríe Zapore Kaxa cuenta con entre 40 y 50 referencias que irán rotando, sin olvidar otro tipo de libaciones como, queseyó cerveza de la talla Estrella Damm Inedit. Los gestores agradecen que el personal se deje asesorar y aprecie el buen gusto de quienes trabajan en un local que, como ocurre con otro pariente cercano, La Ramona, aplica la política de puertas abiertas. La calle, al cabo, es su territorio de conquista.

Póngame 100 gramos de lentejas, por favor





La irrupción de los supermercados y su filosofía del 'sírvase usted mismo lo más rápido que pueda' acabó con un modo de hacer la compra que nos retrotrae a nuestra infancia y a aquellas tiendas de ultramarinos que exhibían en grandes sacas sus mercancías a la venta (alubias, lentejas, garbanzos, especias...) y donde el tendero era casi uno más de la familia. Un modo de venta que ha ido poco a poco extinguiéndose mientras, en paralelo, se despersonalizaba la relación con el cliente y las grandes cadenas de distribución llevaban la dinámica de empaquetar los alimentos hasta límites absurdos, envasando lo mismo medio kilo de manzanas que una única magdalena y disparando los costes tanto para el consumidor como para el medio ambiente. Ante esta tendencia vuelve ahora con fuerza la contraria, avalada además por el concepto de consumo responsable y ecológico; la venta a granel regresa del fondo de nuestra memoria para recuperar su espacio en un mercado aún dominado por la locura del 'packaging'.
Tres son las razones principales que explican la aparición de comercios que recuperan esta tradicional manera de abastecerse que en la mayoría de los supermercados, queda restringida únicamente a frutas, verduras, carne y pescado, y cada vez menos: estos productos ya tienen también su espacio en las estanterías de autoservicio, convenientemente envasados en las archipresentes bandejas de poliestireno. En primer lugar, los expertos en tendencias de comercio apelan a razones de sostenibilidad y respeto al medio ambiente ante las inasumibles cifras de residuos que estamos generando. Un par de datos: cada español tira 50 kilos de envases al año y sólo en España se consumen cada año 10.500 millones de bolsas de plástico, de las que sólo se recicla el 11%. Cada una de las que no se recuperan puede tardar hasta mil años en degradarse.
Por otro lado, la demanda de los 'singles', personas solas con necesidades de envasado más reducidas que el tamaño estandar utilizado por la industria alimenticia, también ha impulsado la recuperación de la venta al peso. Y, en general, de las familias que ven como tienen que tirar a la basura comida que se les estropea por no haberla consumido a tiempo, un despilfarro indecente en estos tiempos de crisis. España es el sexto país de la UE que más alimentos arroja al contenedor, con 7,7 millones de toneladas al año. 




A la sostenibilidad y el ahorro se une una tercera razón: la necesidad de consumir alimentos saludables y ecológicos, producidos con técnicas naturales y de comercio justo. Porque, de hecho, esta es una de las señas de identidad común a las tiendas a granel que estan proliferando últimamente, especialmente en Cataluña, donde se han convertido en una auténtica tendencia. A Euskadi comienzan a llegar tímidamente y ya se pueden encontrar algunos de estos comercios en sus capitales.
Compra 'inteligente'
Una de estas tiendas es 'Granel', un coqueto establecimiento que abrió sus puertas el pasado mes de mayo en la calle María Díaz de Haro, 19 y que pertenece, precisamente, a una franquicia catalana que ha irrumpido con fuerza en el mercado. Lo regentan Patxi García y Mari Paz Manzano y en él se pueden encontrar hasta 300 variedades diferentes de productos que podemos llevar a nuestras cocinas -desde cantidades a partir de 5 gramos- en envases de papel reciclado o de una especie de plástico biodegradable fabricado con fécula de patata o almidón de maíz. Porque, ¿qué pasa si no quiero medio kilo de avellanas? ¿O si sólo me hace falta una pizca de curry para cocinar?
"Fomentamos la compra inteligente porque coges sólo aquello que necesitas, puedes probar un poquito de cada cosa sin miedo a que no te guste y tengas que tirarla o porque se te estropee", responden sus responsables, que han tratado de trasladar el concepto de buffet libre a una tienda de comestibles que invita a practicar la 'slow shop': comprar con calma, curioseando lo que contiene cada vitrina, sin prisas... El cliente tiene a su disposición una variada despensa: desde cereales para el desayuno a legumbres, pastas, algas, semillas, dulces, harinas, arroces, especias, frutos secos, cafés, tes, huevos... Todos los productos son "ecológicos o de producción responsable, respetuoso y sostenible" y muchos de ellos son difíciles de encontrar en los supermercados convencionales: por ejemplo, en 'Granel' se puede comprar desde lenteja coral a azuki (una especie de alubia japonesa), pasta elaborada con quinoa o arroz, harina de espelta, jengibre azucarado, café verde, sal del Himalaya... Variedades muy apreciadas por los consumidores más caprichosos pero también por aquellas personas alérgicas a las materias primas empleadas mayoritariamente por la industria alimenticia, que cada vez son más.
"También aconsejamos sobre recetas y modos de preparación y además, una vez al mes hacemos talleres de cocina", explica Patxi, que se esfuerza por mantener una relación con sus clientela más allá del paso por caja. "Puede que la venta a granel nos suene a antiguo, pero es tremendamente útil", asegura.